¡Eres una histérica! Tres palabras que cierran toda conversación. Nos las han dirigido hombres desconocidos, de esos que por desgracia te cruzas, pero también nuestras parejas, nuestros amigos y hasta nuestras propias madres. Histéricas por levantar la voz, por expresar nuestras opiniones o por emocionarnos (si es que eso de hablar de sentimientos en público no se lleva). Lo consideramos un insulto, y poco a poco hemos dejado de tolerarlo. Pero, ¿sabes de dónde surge esta expresión? ¿Sabías que durante mucho tiempo la Histeria fue considerada una verdadera enfermedad?
Histeria femenina en la antigüedad
La primera mención a dicha enfermedad aparece, ni más ni menos que en el antiguo Egipto. En lo poco que se conserva del documento de 1900 a.C se recogen los síntomas de una enfermedad a la que denominaron «perturbaciones del útero». Aunque no queda muy clara la causa, la idea principal es que cuando nuestro útero no recibe lo que quiere, éste decide hacer el mal y desplazarse aleatoriamente por nuestro cuerpo. Y sonará ridículo, pero esta teoría, con sus síntomas y tratamientos estuvo vigente hasta el siglo XIX.
También en la antigua Grecia se hace mención a tal fenómeno. Platón, entre ellos, dedica parte de su estudio a la patología femenina:
“En las mujeres lo que se llama matriz o útero es un animal que vive en ella con el deseo de hacer hijos. Cuando permanece mucho tiempo estéril (…) se indigna, va errante por todo el cuerpo, bloquea los conductos del aliento, impide la respiración, causa una molestia extraordinaria y ocasiona enfermedades de todo tipo” – Platón
Como no podía de ser de otra manera, durante la Edad Media el tema se aborda desde lo religioso. ¿Os imagináis cuál era la causa y su tratamiento? ¡Brujas, influenciadas por el Diablo, a la hoguera con ellas!
Al menos, con la llegada del Renacimiento el estudio de estos problemas femeninos vuelve al campo de la medicina, culminando en el s. XIX, cuando se popularizó el término histeria. Se hablaba de que casi un tercio de la población femenina estaba aquejada de este mal. Algo de lo que mucho médicos sacarían partido con sus consultas a rebosar.
Tratamientos para histéricas
Subfumigación
Durante la Edad Media se recomendaba sentar a las mujeres sobre quemadores, para absorber vaginalmente estos humos ascendentes y relajar los genitales. A pesar de la falta de evidencia científica, aún a día de hoy muchas mujeres siguen practicando rituales de vaporización uterina.
Hidroterapia
Las duchas pélvicas estimulaban los nervios y aumentaban las secreciones. Vamos, lo que vendría siendo como un buen enfoque de la alcachofa de la ducha. El problema era que estos tratamientos en balnearios estaban al alcance de muy pocas personas.
Premio al más ocurrente
Los médicos tenían que ser imaginativos para buscar soluciones a la gran avalancha de mujeres diagnosticadas. Montar en bici o a caballo, columpiarse, viajar en tren por recorridos sinuosos… Todas sabemos por donde van los tiros.
Masajes genitales contra la histeria
Los «masajes pélvicos» fueron el tratamiento más popular durante el s. XIX. Consistía en acudir a la clínica del doctor, dónde este, o la matrona, te proporcionaba un masaje genital manual hasta alcanzar lo que, en esa época se conocía como «paroxismo histérico». Vamos, que un orgasmo. Un orgasmo forzado por un extraño que masajeaba tus genitales durante una hora con tu madre o esposo sentado al lado acusándote de frígida y débil de espíritu.
Histeria femenina: de tratamiento a juguete erótico
Algo bueno había que sacar de semejante desfachatez, animosa. El deseo sexual femenino empieza a ser reconocido. Los hombres son acusados de «no satisfacer sexualmente a sus esposas». Claro está, el objetivo de la salud sexual de la mujer seguía siendo la reproducción.
Cansados de atender sin descanso a sus clientas y queriendo sacar más partido de la situación, los médicos empezaron a investigar nuevas «curas» para la histeria. En 1870, el médico británico Joseph Mortimer Granville creó el vibrador electro-mecánico. Con forma fálica (¡cómo no!) y un tamaño nada reducido conseguía reducir las visitas de sus clientas de 1 hora a 10 minutos. Poco después crearían una versión más pequeña de vibrador personal.
La película Hysteria refleja esta realidad de la época y cuenta, aunque idealizadamente, la historia de este doctor y la creación de uno de los inventos más revolucionarios para nuestra sexualidad.
«No somos histéricas, somos históricas»
A pesar del paso de los años, la expresión histérica sigue estando en nuestra época al orden del día, no solo en el ámbito personal, sino también en lo público. Lo vemos en la televisión en boca de políticos, en los medios de comunicación, y sin consecuencia alguna.
Tras el auge del movimiento feminista su significado ha evolucionado. El término ha viajado a lo largo de los siglos para utilizarse contra cualquier movimiento de protesta femenino. Y el 8M no fue una excepción. Pero estas palabras ya no nos someten, compañera, porque ahora tenemos la fuerza para unirnos y corear juntas que: «¡No somos histéricas, somos históricas!»
Me rechifla esta parte: «éste decide hacer el mal y desplazarse aleatoriamente por nuestro cuerpo», menos mal que hemos evolucionado y ahora no se desplaza aleatoriamente ya…Jajjajaajj
Si es que estaban los úteros ¡revolucionados! Ahora que los tenemos más contentos están es estado de calma 😉😂.