Otra cosa no, pero nos está dando por leer en pandemia lo que no habíamos leído en años. Ha llegado a la biblioteca violeta de Animosa la “Madame Mao” de Anchee Min, y nos hemos quedado de piedra con este párrafo. Habla así sobre la madurez, lee despacito:
«Es como el resplandor del sol, pero no tan deslumbrante ni hiriente a la vista. Es un sonido agradable y resonante, pero no almibarado. Es una forma de relajación. No requiere atención. No tiene necesidad de complacer. Es el instante en que una deja de suplicar para que las demás la comprendan. Es una sonrisa que lo perdona todo. Es la paz interior de una, su alejamiento del mundo material. Es una cumbre que no hay que escalar para llegar a ella. Es cuando la masa de la pasión está lista para ser cocida, cuando el rugido del viento de las montañas da paso a un débil gemido y las corrientes se juntan formando un lago».
¿Alguna vez os la habían descrito tan bien? ¿Reflexionamos un poco sobre ella ?
Madurar es priorizarte
Llega una edad (pon aquí el número que tú quieras) en la que nuestro reloj biológico nos alerta de que cuidemos de nosotras mismas y llevemos a cabo ese crecimiento personal que hemos estado posponiendo. La madurez no se alcanza a una edad determinada, es más bien una mezcla de tu experiencia de vida, tu personalidad y las lecciones aprendidas. Y llega cuando eres tu prioridad, cuando quieres sacarle mayor jugo a la vida y deshacerte de lo que no funciona. Cuando quieres conciliar tus responsabilidades sin sacrificarte a ti misma, a tus deseos y a tus inquietudes.
«Es como el resplandor del sol, pero no tan deslumbrante ni hiriente a la vista. Es un sonido agradable y resonante, pero no almibarado».
Eres mucho más feliz cuando has crecido emocionalmente y alcanzado la paz contigo misma. La madurez hace que la realidad cambie, todo parece mucho más nítido y mucho más fácil de llevar a cabo.
La ciencia nos avala
Pandemias aparte (son tiempos extraños y no cuentan), a partir de cierta edad, las mujeres comenzamos a bajarnos de la montaña rusa emocional. Hey, que eso está comprobado científicamente: hay un momento en el que el pulso de las hormonas sobre el cerebro femenino es mucho más estable, lo que contribuye a que podamos destacar sin interferencias nuestras prioridades, y se dispara la alarma cerebral necesaria para el autocuidado, sin culpas.
«Es una forma de relajación. No requiere atención. No tiene necesidad de complacer. Es el instante en que una deja de suplicar para que las demás lo comprendan».
Según la neuropsiquiatra Louann Brizendine, con eso conseguimos «aptitudes únicas: sobresaliente agilidad mental, habilidad para involucrarse profundamente en la amistad, capacidad casi mágica para leer las caras y el tono de voz en cuanto a emociones y estados de ánimo y una gran destreza para desactivar conflictos».
Madurez es paz interior
En otras palabras, las mujeres comenzamos a maravillarnos con nuestro potencial y conectar con nuestra realidad de otra manera. Sentimos libertad emocional, sentimos un nuevo equilibrio y una redefinición vital que hace que nos sintamos mucho más plenas.
«Es una sonrisa que lo perdona todo. Es la paz interior de una, su alejamiento del mundo material. Es una cumbre que no hay que escalar para llegar a ella».
¿Señales de que has alcanzado esa cumbre, esa libertad y esa plenitud? Allá van unas cuantas:
- Ya no te importa encajar en ciertos moldes. Dejaron de preocuparte las críticas y los juicios. Vives tu vida como tú crees que es mejor y, si a alguien no le gusta, no es tu problema.
- Cuidas y abrazas tu cuerpo, con sus imperfecciones, con tus defectos. Las inseguridades sobre quién eres y las ideas que te impedían vivir plenamente, desaparecen.
- No temes reconocer tus errores. Culpar a las demás personas es algo que no va contigo, eres consciente de que no eres perfecta y tienes capacidad de autocrítica.
- Das lo mejor de ti. No andas con excusas. Te has dado cuenta de tus habilidades y fortalezas y sabes cómo usarlas.
¿Necesitas más señales?
Signos de madurez
- No temes decir lo que realmente piensas. Si algo te molesta o tienes una opinión diferente no temes expresarla. La vida te enseñó que es mejor enfrentar las cosas, en lugar de guardar resentimiento en silencio.
- Te alejas de las personas tóxicas. Eres capaz de reconocer cuando la gente no merece tu tiempo. Ya no sientes la necesidad de rodearte de gente que no te suma.
- Disfrutas de estar sola y de estar acompañada. Eres un ser social, pero disfrutas de tu propia compañía y no te asusta pasar tiempo en soledad.
- Te alegras por los logros de las demás. Ya no va contigo la postura de la rivalidad femenina. Hacer a otras personas felices es una gran parte de lo que te hace feliz, y ver a otras personas lograr las cosas que quieren en la vida te hace querer celebrar.
Madurar implica aceptarnos y querernos. Implica ser responsables, pero de lo que podemos, más no podemos dar. Implica darnos el valor que merecemos.
«Es cuando la masa de la pasión está lista para ser cocida, cuando el rugido del viento de las montañas da paso a un débil gemido y las corrientes se juntan formando un lago».
¿Estás de acuerdo con nosotras? ¿Te sientes identificada con estas palabras? ¡Cuéntanos!
Colaboraciones: Modelos: Graciela Varela, Alicia Salas, Keyko Fotografía: Eva King, Zacarías Abad, Paula Limia
Me ha gustado mucho este artículo y por supuesto, la cita de Anchee Min, preciosas palabras, me gusta mucho animosa, me encanta todo, la papelería por demás es mi pasión, y este tema de la madurez me ha hecho sentir que lo que me pasa no es extraño si no una evolución , muchas gracias por vuestra aportación al valor de la mujer.
Seguro que eso que te pasa nos pasa a todas, que todas estamos en el mismo barco. Un abrazo, Raquel! Gracias por tus palabras!
Totalmente de acuerdo. Reafirma mis pensamientos.os felicito por este artículo y los dibujos de Pipi de Carol Laguna son un acierto. Me encantan!
Qué suerte tenerte cerca, Glòria!
Me encanta…totalmente de acuerdo… yo estoy en el camino hacia la madurez
Todas estamos siempre en camino 🙂 eso es lo bonito y ahí está la gracia.