Belleza tóxica a lo largo de la historia

Vamos a jugar a una cosa. Coge a tu influencer de referencia, ¿ya? Quítale ahora el filtro, el aro de luz, su “lado bueno”, la ropa que le han prestado y le sienta como un guante o el photoshop. ¿Qué te queda? Una mujer de verdad, una belleza real. Seguro que ya sabes que hay toda una industria que necesita que cada una de nosotras en su individualidad nos sintamos inconformes e inseguras para que podamos consumir los productos que nos ofrecen y lograr así un ideal de belleza que es totalmente inalcanzable. Pero igual no caes en que esto no es de ahora, las mujeres hemos cargado toda la vida con la mochila de tener que alcanzar un estándar de belleza poco realista y perjudicial para nuestra salud y bienestar. El concepto se llama belleza tóxica, y te vas a sorprender con los ejemplos que hemos encontrado a lo largo de la historia.

1. Delineador a base de plomo

Las antiguas egipcias fueron probablemente las primeras en fabricar cosméticos tóxicos: el kohl negro y otros polvos contenían sal tóxica de plomo, además de antimonio, malaquita, manganeso y cobre. La exposición crónica al plomo causaba irritabilidad, trastornos del sueño y deterioro cognitivo.

Belleza tóxica a lo largo de la historia

2. Orina para los dientes

En la Antigua Roma, las clases altas de la sociedad estaban obsesionadas con la salud dental. La limpieza bucodental se basaba en productos compuestos por orina, ya que el amoníaco que contiene actuaba como desinfectante.

3. Ni cejas ni pestañas

En la Edad Media, las mujeres que lucían largas pestañas y cejas definidas, eran prostitutas. Por ello, el resto solía llevarlas muy cortas o las retiraban por completo. Además de ser dolorosísimo, solía provocar heridas e infecciones oculares. En Grecia en cambio, tener un entrecejo poblado era un símbolo de belleza. Las personas que no poseían el vello suficiente, lo pintaban o se adherían pelo de animal a la piel.

Otro de los deseos de las griegas por alcanzar la divinidad era ser poseedora de unos labios frondosos, algo que no resultaría extraño en la actualidad, salvo que, como técnica, utilizaban espinas de rosas o pinchazos de abeja para conseguir más volumen.

4. Belleza tóxica a lo largo de la historia: la piel blanca

En la época victoriana, se concebía que la nobleza y las personas de la alta posición social debían tener la piel lo más blanca posible, ya que la tez oscura se relacionaba con los trabajos forzosos al sol. Se maquillaban el rostro con productos muy peligrosos como la cerusa veneciana (albayalde, carbonato de plomo empleado en pintura). Isabel I de Inglaterra solía echarse una capa de albayalde sin limpiar la anterior, hasta convertir su faz en máscara. El veneno se absorbía a través de la piel y provocaba desde el agrietamiento de la piel hasta la aparición de trastornos psiquiátricos o incluso infertilidad.

Belleza tóxica a lo largo de la historia

Además, el minio rojo, un óxido de plomo utilizado hoy en día para fabricar baterías y pinturas antioxidantes, se aplicaba en las mejillas para conseguir un saludable brillo rosado. 

5. Estiércol de gato y vinagre para el pelo apagado

Las mujeres del Renacimiento daban mucha importancia a tener una melena brillante y suave. Utilizaban esta, nada agradable, fórmula para hacer “revivir” su pelo. Para lograr el cabello dorado ansiado de la época, recurrían a mezclas de azufre, cebolla y otros componentes.

5. Belleza tóxica a lo largo de la historia: Depilación con arsénico

En el siglo XVI, tener una piel tersa y suave ya era un sueño para casi todas las mujeres. Utilizaban una pasta depilatoria hecha de arsénico, lima y cal, creada por los boticarios de la época y sin control sanitario. Unos años después pasaron a depilarse con papel de lija.

Aprender a querernos es crucial para tener una autoestima saludable. Desde la antigua Grecia, la filosofía ha tratado de definir qué es la belleza sin lograr un concepto específico, lo más cerca ha sido identificar las nociones que cada época ha establecido, y esto es porque la belleza es algo liberador, transformador y único. Así que, amiga, que quede claro: eres diferente, eres única y eres preciosa.

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